HASTA LOS WEBS!!
A ver, antes
de empezar a expectorar la bilis que me produce una congestión de rabia
importante os aviso para que no os quedéis delante de la pantalla, no vaya a
ser que os alcance algún gargajo.
Hasta los
webs!
Sí, estoy
hasta los webs de ser un paquete y arrastrar mis “no michelines” por carriles
bici, asfalto, campo a través o cualquier otra superficie apta para recoger mi
esfuerzo en gotitas de sudor y mejorar un puto segundo la marca. Tanto
levantarse a las siete de la mañana, cargarse la mochila y largarse a hacer
largos en la piscina, peleándome con el agua y tragando cloro y esquivando
vacaburras que montadas en su escuálido y sufrido churro se limitan a ponerse
en remojo como si se tratara de un garbanzo del tamaño de una sandía y,
mientras se regodean imaginando el manjar del que van a dar cuenta en un rato,
se entretienen en originar sunamis con cada grácil brazada de esos brazos que
parecen tentáculos de octopus con la increíble embergadura que les permite
rozar ambas corcheras, por si no me costara ya bastante mantener la dignidad a
flote.
Que me
sumerjan en formol y me exhiban en una vitrina, si es que aún queda algo digno
de ser exhibido porque miro atrás y me pregunto: ¿dónde coño está lo que yo
era? ¿esto es todo lo que puedo ser?
Hasta los webs
de tener excusas que justifiquen la mediocridad de mi rendimiento. Que si la
rodilla, que si el psoas, el siempre inoportuno resfriado. Razones varias que
explican la falta de continuidad en el entrenamiento y, por ende, la ausencia de
resultados dignos. El final, siempre es el mismo: que una señora que lleva
corriendo desde que terminó la segunda guerra mundial, me dé un repaso en
cualquier carrera popular de tres al cuarto, que ya ni eso respetan. Por favor,
señora, déjese ganar!! Que me hunden en la miseria!
Hasta los webs
de andar dando pedales como si fuera gilipollas, consiguiendo a duras penas
alcanzar una velocidad media decente y que, de repente, tomes una curva y una
ventolera de 10 ó 15 kilometrillos por hora me parezca una versión puñetera de
un huracán que me frena a pesar de que me dejo la vida en cada golpe de pedal
amenazando no con pararme, sino con hacerme ir hacia atrás sin importar la
intensidad de mi pedaleo. Y, para más inri, que el dichoso viento se detenga
cuando llega el momento de que sople a favor de la marcha.
Al igual que
en el agua, en la carretera, los infortunios no se limitan a los agentes
atmosféricos. Cuando consigues mantener un ritmo que pueda lamer loas heridas
de mi maltrecha dignidad, aparece el típico grupito de “abuelos barriguitas”
que, hasta los ojos de carajillos y con la mochila llena con el bocata de
turno, te pasan sin apenas dar pedales, incapaces de acercar sus rodillas a
menos de medio metro de distancia entre ellas porque el “airbag” natural que
llevan se lo impide, te pasan sin esfuerzo aparente mientras te saludan
orgullosos “bon día” y tu te peleas con el flato para poder responder de forma
mínimamente inteligible.
Dicho esto
hoy, para no ser menos que otros días, he nadado 2000 metros y corrido casi 14
kilómetros. No me ha dado tiempo a más. Ritmo paquete. La semana que viene más.